Reseña: «El caso Heineken»

Como ya comenté en la entrada anterior, después de una votación entre «Everest» y «El caso Heineken» que quedó muy ajustada entre los once que nos juntamos para ir al cine, la balanza se decantó por esta cinta en la que -a priori- sus únicos atractivos parecían ser Anthony Hopkins y una trama en la que se relataba la planificación, ejecución y desenlace del secuestro del propietario de la conocida marca de cerveza que tuvo lugar en Holanda en 1983.
Ambos puntos eran suficientes para entrar en la sala, porque no sabía nada de este secuestro y siempre resulta atractiva una película de tipo «atraco perfecto«. Y desde luego que la presencia de Anthony Hopkins es más que suficiente para dar una oportunidad a una película, así que allí entramos toda la troupe. ¿Queréis saber mi opinión? Vamos allá…
Como siempre, sin desvelar información que vaya a disminuir el disfrute de la película, os diré que la primera parte de la acción resulta muy entretenida: por qué un grupo de jóvenes deciden secuestrar al magnate Heineken, cómo elaboran el plan y cómo realizan «el golpe», todo es ágil y consigue captar nuestra atención. Aquí vemos a estos actores más o menos conocidos (entre los que estábamos del grupo reconocimos a Sam Worthington, el protagonista de «Avatar» y Ryan Kwanten, uno de los actores de la serie «True Blood«) que interpretan a los delincuentes con los que nos mostramos cómplices: sabemos que lo que planean hacer y terminan haciendo está mal y por lo tanto -en justa lógica- sólo podríamos desear su detención. Sin embargo, al conocer sus motivos para perpetrar el secuestro, y viendo (por llamarlo de alguna manera) su lado humano, sus relaciones familiares y sus problemas laborales, lo que queremos es que consigan su objetivo: que secuestren a este hombre (del que en ese momento no sabemos absolutamente nada) y que no les pillen.
La ambientación de «El caso Heineken» en esos primeros años de la década de los 80 está conseguida: la ropa, los coches e incluso el color de la fotografía nos trasladan a ese momento sin que nos asalte la sensación de engaño o poco cuidado. En ese sentido no hay queja.
Donde sí que la hay es cuando el secuestro se ha producido. En ese momento creo que el interés que había despertado en nosotros se deshincha un poco y, lo que todavía es peor, también se tumba el segundo aliciente que teníamos al entrar: es a partir de ese momento cuando el personaje de Heineken tiene más visibilidad y, aunque pueda sorprender, la interpretación de Anthony Hopkins no brilla. Que su personaje despierte simpatía o no es algo subjetivo y supongo que tiene que ver con cómo fuese ese empresario en la realidad, pero en todo caso el trabajo que hace Hopkins no destaca en ningún momento, o al menos esa es la sensación que yo me llevé.
Si a lo anterior le sumamos que hay tramas de la historia que no terminan de quedar resueltas, sólo recomendaría ver la película por dos motivos. El primero sería para comprobar cómo los espectadores queremos que les vaya bien a los delincuentes, identificándonos con ellos aun siendo conscientes de que lo que están haciendo está mal. Y en segundo lugar lo haría para asistir a un entretenimiento en el que descubriríamos un secuestro que -por lo menos los que fuimos a ver la película- desconocíamos por completo, a pesar de haber sido catalogado como el más caro de la historia.
«El caso Heineken» («Kidnapping Mr. Heineken«, Daniel Alfredson, 2015)
Si habéis encontrado interesante la trama de la película, aquí os dejo el enlace:
Que interesante. No sabia de la película, ni del secuestro. Pero ese fenómeno de cual hablas ma parece super interesante. De hecho es algo que están investigando mucho en las sciences de comunicaciones y cine. Como es posible que el publico se identifica con un criminal? Yo me acuerdo que uno de los estudiantes en mi programa hizo una investigación acerca de la serie „Dexter“ comprobando eso. Me parece que la cinta logra su objetivo si tu quieres que los „malos“ ganan, no?
Lo que dices de «Dexter» también lo pensé cuando vi esta película de «El caso Heineken». En esa serie nos ocurre lo mismo: no es que nos identifiquemos con él (es un psicópata), pero en realidad no queremos que pase nada malo porque mata a asesinos, así que casi es «el bueno de la película».
De verdad es interesante. También me ocurrió un poco lo mismo con «El silencio de los corderos»: ese psicópata, ese asesino todavía más sanguinario en la medida en que era también caníbal, nos parece un buen final cuando termina huyendo del FBI. Qué curioso esto… ¡Gracias por comentar!