Grandes películas: «El discurso del rey»

Lo tuve claro nada más encenderse las luces en la sala: «El discurso del rey» era la película que más me había gustado desde hacía varios años. Me había encantado porque había descubierto un trocito de historia del siglo XX que no conocía, porque los dos actores protagonistas me emocionaron y porque, por si fuera poco, en la banda sonora se escuchaban piezas de Mozart y Beethoven. ¿Qué más se podía pedir?
Por si no habéis visto todavía la película, os diré que «El discurso del rey» cuenta la historia de Jorge VI, monarca del Reino Unido desde 1936 hasta 1952. La vida de un rey podría haber sido ya todo un relato, pero si además añadimos que no estaba previsto que este hombre fuera rey y que padecía de un problema de tartamudez que le limitaba de manera importante en sus actos públicos, su vida se convierte en algo mucho más interesante. Ese problema en la dicción será la causa por la cual conocerá al señor Lionel Logue, logopeda australiano que hará todo lo posible por ayudarle.
Como decía al principio, no conocía la figura de ese rey, ni las circunstancias en las que le tocó reinar, pero la película funciona casi como un documental y ese desconocimiento no resulta un lastre. Resulta curiosa la evolución que este personaje histórico sufre a lo largo del film. Al inicio de la película el todavía Duque de York se enfrenta a un micrófono en la clausura de un evento deportivo en 1925. En ese momento experimentamos toda la dificultad que esta persona tiene en el habla, todo el tormento que le supone ese problema y -todavía peor- toda la lástima e incluso vergüenza que sienten por él las personas que le están observando. Esa frustración, esa angustia y ese rechazo de los demás nos generan empatía: desde el principio nos cae bien el protagonista.
Pero tras comenzar la terapia con Logue y habiendo presenciado sus avances y su tenacidad en los ejercicios que el australiano le prescribía, el ya rey Jorge VI deja de dar lástima. Sus ayudantes, su gobierno, su pueblo y los espectadores se sienten orgullosos de él cuando debe pronunciar el discurso al que hace referencia el título de la película, cuando en 1939 se dirige a los británicos anunciando que el país se encuentra en guerra contra Alemania.
Esta evolución se consigue gracias a las interpretaciones de los dos protagonistas: Colin Firth y Geoffrey Rush, que ya habían trabajado juntos en «Shakespeare enamorado«. Esta pareja funciona en pantalla sincronizados como una maquina perfecta: la seriedad y el mal carácter del personaje de Firth es equilibrado por la cercanía y el desparpajo del australiano Rush, interpretando ambos sus papeles de manera soberbia.
Esta distancia geográfica entre ambos actores y personajes es otro punto interesantísimo para destacar. Desde que me dedico a aprender alemán, mi inglés ha empeorado de manera evidente, pero viendo la película en versión original todavía puedo disfrutar de las diferencias entre los dos acentos que escuchamos durante la acción: el británico y el australiano. Esa diferencia en el habla entre los dos protagonistas resulta un atractivo extra para todos los que se dediquen a estudiar la lengua de Shakespeare (autor cuyas obras aparecen varias veces durante la película, al ser la debilidad del logopeda). Pero junto con el idioma y sus variantes, «El discurso del rey» nos sumerge en la cultura de ese país en ese momento concreto de la historia: presenciamos la muerte de un rey, la abdicación de otro y la coronación de otro más; asistimos al nacimiento de la radio y la televisión en estos ámbitos y descubrimos la importancia que tendrían en los años que siguieron; conocemos el momento en que comienza la Segunda Guerra Mundial desde una perspectiva alejada de las películas bélicas; y observamos con asombro lo fundamental que es en esa sociedad (sobre todo en las altas esferas) el cuidado de las formas, manteniendo siempre la compostura y la distancia en todas las ocasiones.
Otra cosa que me encanta de esta película y que no deja de llamarme la atención es el papel de la música. Es posible que podamos pensar que «El discurso del rey» busca ensalzar los valores británicos y dejar una imagen impoluta de la familia real de ese país. Sin embargo, la música clásica que escuchamos durante la película hace que por lo menos dude de que esa fuese la intención: ¡las piezas que se escuchan son austriacas o alemanas! Ahí no estamos escuchando a Händel o a Elgar, ¡sino a Mozart y Beethoven! Quiero pensar que ese supuesto patriotismo hubiese sonado mucho mejor con la «Pompa y circunstancia» o con la «Música para los reales fuegos de artificio«, en lugar de con la obertura de «Las bodas de Fígaro» o el «Concierto Emperador». Por eso creo que la intención del director Tom Hooper era más la de centrarse en los personajes, en su evolución, sus frustraciones y sus triunfos, más que la de limpiar la imagen de la familia real británica, cuya cabeza -por cierto- es Isabel II, la hija mayor del protagonista de la película.
En todo caso, la película es una auténtica delicia y así como sufrimos con cada tartamudeo de Jorge VI, también nos emocionamos cuando le vemos salir airoso de ese discurso final, y también cuando a su amigo logopeda le brillan los ojos lleno de orgullo. Supongo que todas estas emociones que «El discurso del rey» consigue transmitirnos ayudaron a que aquel año ganara los Óscar a la mejor película, al mejor director, al mejor guión y -por supuesto- a Colin Firth como mejor actor.
«El discurso del rey» («The King´s Speech«, Tom Hooper, 2010)
Que interesante Miguel! Yo también la disfruté mucho en el cine, muy emocional y la banda sonora me pareció maravillosa. Pero tengo que admitir que, aunque fue muy buena, yo estaba muy decepcionada este año porque yo quiera ver „Inception“ como ganador del premio mejor película. Lo que hizo Nolan en esta película hasta hoy me parece uno de las cosas mas fascinantes, emocionantes y cautivadoras que existe en el mundo de los películas.
Pero te todos maneras „El discurso del Rey“ es una joya y yo estoy 100% de acuerdo con todo que mencionaste, aunque el nombre de la reina es Elizabeth, no Isabel 😉
Gracias por comentar, Lisa «Origen» («Inception») me encantó. No sabría decirte cuál me gustó más de las dos porque son tan diferentes… Y sobre el nombre de la reina, ya sabes que aquí traducimos absolutamente todo, y lo que no se puede traducir, lo pronunciamos como nos da la gana ¡Saludos!