Grandes escenas: «El hijo de la novia»

Hoy quería cambiar un poco de registro, me apetecía traeros una escena de mi película argentina favorita. Esta vez no tendremos momentos épicos, ni grandes movimientos de cámara; tampoco habrá ópera de fondo, ni una banda sonora de fanfarria. Hoy veremos un instante de «El hijo de la novia«: un diálogo entre el protagonista y su ex-mujer que transcurre en el salón de un apartamento de Buenos Aires.
Recuerdo perfectamente cuando la vi en el cine y recuerdo también cuánto me emocioné al verla. La historia era triste, pero el director y los actores consiguieron transmitir alegría, ternura y desparpajo en medio de lo duro que es tener un familiar con el mal de Alzheimer.
Lo que define a «El hijo de la novia» son dos cosas: lo excelente de su guión y sus fabulosas interpretaciones. Juntar en una película a Roberto Darín, Héctor Alterio, Norma Aleandro o Eduardo Blanco es simplemente un lujo: las escenas transcurren tan fluidas, que no parece que haya detrás un guión previo, sino que vemos la vida, las dudas, la ternura, el miedo y el dolor, tal y como podemos sentirlos nosotros en un día cualquiera.
En la escena que vamos a ver ahora, vemos a Rafael, que ha ido a casa de su ex-mujer, Sandra, para dejar a la hija que tuvieron en común. Al llegar, Rafael coincide con Daniel, la actual pareja de Sandra, creándose una situación incómoda que se resuelve saliendo éste último a comprar empanadas para la cena.
Una vez solos, comienza el espectáculo. Desde ese momento no vemos ni un solo corte en la acción, mientras ambos se lanzan frases ingeniosas sin parar un segundo. Estamos frente a uno de los planos secuencias de los que hablaba en la entrada de Spectre, ¿os acordáis? Aquí Rafael quiere dejar el restaurante que dirige y planea irse a México con su hija. El sarcasmo que desde ese momento despliega Sandra es para quitarse el sombrero:
«¿Sabés qué? Andate, sé feliz, crecé, reproducite, morite, hacé lo que quieras. A mí déjame tranquila con mi burbuja, que me costó años de terapia construir, para que vengas vos con estas pelotudeces a ponerme la manito. Andate y tratá de encontrarte, querido. Cuando te encuentres, vení, que te presento a tu hija. Le voy a decir: ‘Vicky, éste es tu padre: es un hombre.'»
Frases como ésta reflejan el impresionante trabajo de estos dos monstruos, Ricardo Darín y Claudia Fontán, que consiguen hacer propios a sus personajes. Darín y Fontán no existen: ahí sólo están Rafael y Sandra discutiendo con ingenio pero también con rencor, bajo la mirada maestra del director Juan José Campanella, que se las apaña para mostrarnos toda la secuencia en un solo plano y sin una sola nota musical.
Escenas así sólo pueden hacerlas auténticos genios. Me pregunto cuántas veces habrían necesitado repetir la toma, aunque en realidad da lo mismo: el resultado es impecable. No me canso de verla y sonreír recordando aquello de «Rafael… agarro las obras de Freud y el índice te describe.» Genial.
«El hijo de la novia» (Juan José Campanella, 2001)
Gracias por traerme esta película, me llamó mucho la atención la escena y me la voy a ver en completo 🙂
Grandísima película y escena, sí señor!
No lo dudes, Lisa. Te va a encantar. De las películas más emotivas que he visto. Y apúntate el nombre del director (Campanella), tiene películas muy, muy buenas.
¡Saludos!
Me alegro de que te guste, Alberto. Algún día comentaré la película en su conjunto, pero ésta era una buena manera de darla a conocer a los que todavía no la han visto, ¿no crees?
¡Saludos!