Grandes escenas: «Blade Runner»

Cuando se habla de «Blade Runner» tarde o temprano aparece la expresión «película de culto» y a menudo está entre las cintas mejor valoradas de los aficionados al cine, entre los cuales yo nunca me había incluido…
La primera vez que la vi, «Blade Runner» me resultó un aburrimiento increíble. Ni el argumento, ni la aclamada banda sonora de Vangelis, ni nada de nada me resultaba mínimamente atractivo. Su ritmo lento y sus diálogos extraños me generaron un irrefrenable deseo de apagar la televisión y ponerme a hacer cualquier otra cosa.
Sin embargo hace unos días me propuse volver a verla. Algo me tenía que haber perdido si a tanta gente le gustaba… Recuerdo que cuando escribí aquí sobre «Casablanca» os conté algo parecido: me aburrió como nunca. Pero al darle una segunda oportunidad muchos años después, descubrí las maravillas que encerraba, como esos bombones Lindt que dejas que se deshagan en la boca…
Sobre «Blade Runner» siempre leo alabanzas sobre esa escena final en la que uno de los personajes dice esa frase que se ha hecho ya famosa:
«Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión, he visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhauser… Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir…»
Y es un momento chulísimo, es verdad. Pero hoy me querría centrar en otra escena que simplemente me parece impresionante, que quizá no es tan conocida y que habla de las emociones, de esas de las que me gusta tratar en el blog.
Raro será que no hayáis visto esta película, pero por si acaso hay alguno que no lo ha hecho, os pongo en contexto. Y qué mejor forma de hacerlo que recordar los títulos iniciales del film:
«A principios del siglo XXI LA TYRELL CORPORATION desarrolló un nuevo tipo de robot llamado NEXUS -un ser virtualmente idéntico al hombre- y conocido como Replicante.
Los Replicantes NEXUS 6 eran superiores en fuerza y agilidad y, al menos, iguales en inteligencia a los ingenieros de genética que los crearon.
En el espacio exterior los Replicantes fueron usados como trabajadores esclavos en la arriesgada exploración y colonización de otros planetas.
Después de la sangrienta rebelión de un equipo de combate de NEXUS 6 en una colonia sideral, los Replicantes fueron considerados proscritos en la Tierra bajo pena de muerte.
Brigadas de policía especiales con el nombre de UNIDADES DE BLADE RUNNERS tenían órdenes de tirar a matar al ver a cualquier Replicante invasor.
A esto no se le llamó ejecución. Se le llamó retiro.»
La acción se sitúa en Los Angeles, en noviembre de 2019 (a la vuelta de la esquina, vamos) y ese futuro tan cercano no resulta en absoluto atractivo: la ciudad está completamente superpoblada, las condiciones sanitarias no parecen las óptimas y, además, da la sensación de que siempre llueve (lo cual me recordó a la notable «Seven«, de David Fincher).
Al agente Deckard se le encarga localizar a varios replicantes y «retirarlos» de la circulación. Deckard ve a los replicantes como las máquinas que son, unos robots idénticos a los humanos. Al empezar la investigación, Deckard acude a la compañía que creó esos robots, la Tyrell Corporation. Ahí es recibido por el director del emporio, el Dr. Eldon Tyrell, y su ayudante, una joven llamada Rachael.
El Dr. Tyrell está interesado en las técnicas que utiliza Deckard para identificar a los replicantes: una serie de preguntas cuyas reacciones en el interrogado le permiten saber si la persona que tiene delante es un humano o un androide. A modo de juego, el dueño de la corporación le propone al policía hacerle una demostración con su ayudante Rachael.
Tras el interrogatorio, Deckard sospecha que Rachael es una replicante y Tyrell le confiesa que así es, pero añade algo más: ella no es consciente de ello. Rachael no sabe que es una replicante, sino que cree ser un ser humano normal y corriente, con sus deseos, su pasado, sus recuerdos. Y esto me impresionó.
En la escena de la que os quería hablar, Rachael aparece en casa del policía y le hace la siguiente pregunta:
«Cree que soy una replicante, ¿verdad?»
En ese momento Deckard se lo confirma: todos los recuerdos que ella cree tener, todo ese pasado al que se agarra para negar su verdadera naturaleza no son más que implantes, circuitos informáticos:
«Esos no son sus recuerdos… Son los de algún otro, los de la sobrina de Tyrell.»
La reacción de ella es lo que más me gusta de todo «Blade Runner«. En un primer plano vemos a Rachael conteniendo las lágrimas. Ahí vemos cómo ella finalmente cae en la cuenta de algo que quizá ya sospechaba: no es humana, sino una máquina.
Al ver eso, Deckard recula y le dice:
«Está bien… Un mal chiste, he hecho un mal chiste. Usted no es una replicante. Váyase a casa.»
Ese policía que identificaba a un replicante con un objetivo a eliminar, de repente no quiere que quien tiene delante -un robot- sufra.
Lo que me encanta de este momento, además de la ambientación de la habitación con esa luz verde que entra a través de las persianas y de ese primer plano impresionante de Rachael, es el desmoronamiento que refleja esa mujer al conocer la verdad y su fortaleza al no intentar negarlo. Ahí mismo ella lo acepta, se rompe por dentro, pero se mantiene en pie y llora en silencio.
Por parte del policía me gusta mucho la humanidad que demuestra al intentar arreglar el daño causado. Él sabe que la verdad que le ha dicho a Rachael le está haciendo sufrir e intenta ponerle remedio porque todo parece indicar que ese agente se siente atraído por esa mujer que no lo es.
Esa situación pone sobre la mesa conflictos y también la aceptación de una realidad: Rachael, sintiendo como un humano, sufriendo hasta la lágrima, descubre que es algo que no quiere y Deckard, formado para «retirar» robots, siente haberle hecho llorar porque empatiza y siente afecto -probablemente amor- por quien no debería sentir sino repulsión.
La película, además de por estas escenas, tiene muchísimas otras virtudes. Fue la adaptación que Ridley Scott hizo de la novela de Philip K. Dick «¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?» y en ella -como en todas las de su filmografía- hizo un espectacular trabajo en cuanto a diseño de producción y fotografía.
Que la luz en los films de Ridley Scott es algo por lo que destaca ya lo vimos cuando os hablé de «Tormenta Blanca», pero en esta de «Blade Runner» consigue composiciones e iluminaciones casi poéticas.
Y la recreación de un mundo lejano (en aquel 1982 en el que se rodó la película) es una mezcla de realismo e imaginación desbordante, que ha sido modelo homenajeado (o a veces simplemente imitado) por infinidad de películas con posterioridad.
Si a lo anterior unimos una fantástica banda sonora compuesta por Vangelis y unas muy buenas interpretaciones de Harrison Ford, Sean Young, Rutger Hauer y Daryl Hannah, «Blade Runner» merece estar en esa posición de privilegio en las listas de mejores películas, además de ser ya un icono en el género de la ciencia ficción.
No sé si a vosotros os pasó también y la primera vez que visteis la película no os gustó, o si desde ese primer momento ya os pareció una obra de arte. Si os pasó como a mí y sois de ese primer grupo, os diría que le dieseis una segunda oportunidad. Estoy seguro de que encontraréis en ella montones de cosas con las que disfrutar de un rato fantástico.
Y seguro que dentro de poco la emitirán por televisión porque parece que este año recién estrenado llegará a las pantallas la secuela «Blade Runner 2049«. Quiero pensar que habrán cuidado todos los detalles para que esta segunda parte esté mínimamente a la altura del original. Por de pronto, el director al mando del proyecto es Denis Villeneuve, (que dirigió «La llegada» de la que os hablé en esta otra entrada hace unos días) y el reparto lo encabezan Harrison Ford y Ryan Gosling (en lo más alto tras estrenar «La La Land«), así que en principio la película promete. Veremos…
«Blade Runner» (Ridley Scott, 1982)
Pues yo soy del primer grupo, de los que no les gustó nada la película (oscuridad, lluvia, tristeza…. podría haber inspirado a Enrique Urquijo para cualquier canción de Los Secretos). Además tuve que tragármela enterita obligado por un trabajo en la Uni. Dices que le demos una segunda oportunidad y yo me pregunto, ¿y si salgo con la misma impresión? Habré perdido 4 horas (2+2) de mi vida. Me da tanta pereza dársela que me quedaré con mi primera impresión. Que le vamos a hacer…..
Hace unos días estaba comentándole a mi pareja que me apetecía volver a verla. La vi con 15 o 16 años y me dejó con la boca abierta y desde entonces no he vuelto a visionarla. Ahora creo que podría gustarme aún más que entonces.
Por cierto, a mi no me gusta el original literario, creo que es uno de los pocos casos en los que la adaptación cinematográfica es mejor.
Bueno, es una manera de verlo… Por lo menos ya ves que no eres el único que tuviste esa impresión 🙂
¡Gracias por pasarte, Alboroto!
Si te gustó con esa edad y desde entonces no has vuelto a verla, casi te diría que la segunda vez todavía te gustará más…
La novela no la he leído, pero me ocurre algo parecido con dos libros que fueron adaptados a la gran pantalla: «El perfume» y «El paciente inglés». En ambos casos me quedo sin ninguna duda con la película.
¡Gracias por comentar, Chechu!