Reseña: «Valerian y la ciudad de los mil planetas»

Una de las últimas películas que vi de Luc Besson me dejó encantado. Fue hace 20 años y se titulaba «El quinto elemento«. Bruce Willis, Milla Jovovich y Gary Oldman vivían en un futuro con una estética colorista y sofisticada. Cuando vi los tráilers de esta «Valerian y la ciudad de los mil planetas» me dio la sensación de que vería algo parecido. Nada más lejos de la realidad…
Los que seguís el blog os habréis fijado que rara vez aparecen por aquí películas de estreno que no me hayan gustado nada de nada. Sí, alguna ha aparecido (me vienen a la memoria «Alicia a través del espejo», «Joy» o «Cuatro fantásticos»), pero no es la norma, porque prefiero ofreceros mi punto de vista sobre cintas que tengan algo que me haya llamado la atención, algo por lo que merezca la pena pagar la entrada en el cine.
En el caso de «Valerian y la ciudad de los mil planetas» también tenemos ese algo, que únicamente atraerá a los amantes del cine fantástico y de ciencia-ficción y a los fans de la serie de televisión francesa en la que está basada. Pero ese algo, eso por lo que sin ninguna duda destaca esta película es aquello que, a la vez, la arrastra al auténtico desastre: sus efectos digitales.
Visualmente «Valerian y la ciudad de los mil planetas» es apabullante: criaturas de planetas increíbles llenos de color, batallas espaciales vertiginosas y miles de efectos espaciales en los que se ha invertido tanto dinero como para convertir a esta producción francesa en la cinta europea más cara de la historia. La cinta, en ese aspecto, es simplemente impresionante. Ganará todos los premios posibles relacionados con lo digital.
Pero eso es todo. O peor, por culpa de dar esa importancia tan tremenda a lo visual, al argumento no se le ha dado la misma importancia y se ha quedado en menos que nada. «Valerian» es uno de los ejemplos más claros de priorizar la forma sobre el fondo que deja una sensación de haber visto unos fuegos artificiales maravillosos pero sin ningún ritmo, ni orden lógico, ni asomo de interés en lo que nos cuenta.
En ningún momento de la película vemos nada que nos haga identificarnos con los personajes, que nos tensen las aventuras en las que se ven inmersos o nos preocupe su integridad. La indiferencia, lo peor que nos puede transmitir una película, es lo que me produjo esta «Valerian y la ciudad de los mil planetas».
Ni los personajes tienen un fondo trabajado, ni se ve una mínima química entre los dos protagonistas, ni el supuesto sentido del humor que despliegan me despertaron una sonrisa, ni nada de lo que vemos nos sorprende, porque el caso es que lo que desfila ante nosotros lo hemos visto mil veces en otras tantas películas del género.
Tampoco la presencia de Clive Owen, Ethan Hawke o Rutger Hauer consiguen ni por un momento atraer nuestra atención, ni la banda sonora de Alexandre Desplat incita ningún interés como sí hicieron sus trabajos en «El discurso del rey» o «Argo».
Como veis, salvo que o bien conocieseis la serie en la que está basada y os genere curiosidad su adaptación a la gran pantalla, o bien queráis ver efectos digitales increíbles sin que os importe en absoluto el argumento que puedan adornar, sólo en esos dos casos os recomiendo que veáis «Valerian», porque la disfrutaréis.
Si por el contrario pensáis que un buen guión tiene que ser la base sobre la que se empiece a construir una película, en ese caso no os molestéis: cualquier otro estreno de este verano merecerá más la pena que éste.
«Valerian y la ciudad de los mil planetas» («Valerian and the City of a Thousand Planets», Luc Besson, 2017)