Grandes frases: «Shakespeare enamorado»

Gran comedia la de esta ocasión. Al joven Will Shakespeare (Joseph Fiennes) se le han agotado las ideas y no se le ocurre nada para escribir. Es entonces cuando conoce a la bella Viola de Lesseps (Gwyneth Paltrow) y, de pronto, todo se arregla: se convierte en su amor platónico, en su musa particular. Con ella permanentemente en la cabeza va escribiendo «Romeo y Julieta«…
Enredo, teatro, escenas divertidas, fragmentos en verso y una fantástica banda sonora… Una delicia de película que retrata el Londres de la reina Isabel, donde los autores luchaban por estrenar la mejor de las obras ante un público entregado.
Para abrir boca, y antes de poner todas las frases de la película, quería anotar una de mis favoritas, con la que el genial Geoffrey Rush comenta la definición del teatro: un problema tras otro que, sin saber ni cómo ni por qué, siempre terminan saliendo bien.
-Señor Fennyman, permítame que le explique el negocio del teatro. Por natural condición es una sucesión de obstáculos que conducen a un inminente desastre.
– ¿Qué haremos, pues?
– Nada… Extrañamente, siempre sale bien.
– ¿Cómo?
– No lo sé. Es un misterio.
Geoffrey Rush en «Shakespeare enamorado«
(«Shakespeare in love«, John Madden, 1998)
Aquí os dejo dos enlaces: aquél en el que se dice la frase y el tema principal de la sensacional banda sonora compuesta por Stephen Warbeck:
Y ahora sí, ¡vamos con las frases de «Shakespeare enamorado»!
Al igual que ocurrió con la entrada de «Dentro del Laberinto«, aquí van las mejores frases y diálogos de lapelícula, junto con las imágenes de cada momento. Las dos entradas son las más visitadas del blog con mucha diferencia…
La recopilación de las frases e imágenes ha sido de locos (de este loco que os escribe y que está loco por esta peli) y me ha llevado muchísimo tiempo por hacerlo de la manera más «artesanal», pero sólo por tenerlas todas juntas y de acercároslas, creo que ha merecido la pena. Si queréis compartirlas, os agradecería que apareciera mencionada esta página y el nombre del blog.
– Henslowe, ¿sabéis lo que le pasa al hombre que no paga sus deudas? ¡Que le arden las botas!
– ¡Aaaaaay! ¡Aaaaaay!
– ¿Por qué aulláis vos cuando soy yo el acreedor?
– ¿Quién soy yo, señor Lambert?
– El acreedor, señor Fennyman.
– ¿Cuánto se me adeuda, señor Frees?
– Doce libras, un chelín y cuatro peniques, incluidos los intereses.
– ¡Aaaaaay! ¡Puedo pagaros!
– ¿Cuándo?
– En dos semanas, tres a lo sumo… Oh… ¡tened piedad!
– La obra es asaz graciosa: malentendidos y enredos, naufragios… una comedia de enredo. ¡También hay un perro y el amor triunfa!
– Esa ya la he visto… y no me gustó.
– ¡Pero esta vez es de Shakespeare!
– ¿Se titula?
– «Romeo y Ethel, la hija del pirata».
– Buen título…
– De modo que «Romeo y Ethel, la hija del pirata»… ¿Ya está terminada?
– Sin duda alguna en este instante la están acabando…
– ¡Will! ¡Will! ¿Dónde está mi obra? Decidme que la habéis acabado… ¡decidme que la habéis empezado!
– «Dudad que los astros arden, dudad que el sol se mueve…»
– ¡No, no, no tenemos tiempo! Hablad en prosa… ¿dónde está mi obra?
– Guardada a buen recaudo aquí…
– Alabado sea Dios…
– En cuanto halle a mi musa…
– ¿Quién es esta vez?
– ¡Siempre es Afrodita!
– ¿Afrodita Wagon? ¿La que se vende cerca de «El perro y la trompeta»?
– ¡Ahhh «La Rosa»! ¡Huele que apesta a pesar de su nombre! ¡Yo digo que la peste caiga sobre los dos teatros!
– Palabras, palabras, palabras… una vez poseí ese don. Hacía el amor con ellas como el alfarero hace cuencos con el barro. Ese amor que derrumba imperios, amor capaz de unir dos corazones frente al fuego del infierno y el azufre. ¡Por seis peniques por verso podía provocar un motín en un convento! Pero ahora…
– Es como si mi pluma se hubiera roto… como si el órgano de mi imaginación se hubiera secado… ¡como si la erguida torre de mi ingenio se hubiera derrumbado!
– Interesante… muy interesante…
– Es como abrir una cerradura con una sardina…
– Este es un brazalete… hallado en el templo de Psiche, en el Olimpo… Para vos, cuatro peniques. Escribid vuestro nombre en el papel y dádselo de comer a la serpiente.
– ¿Me devolverá mi don?
– La mujer que lo lleve soñará con vos y vuestro don reaparecerá… las palabras fluirán como un río.
– ¿Cuándo me escribirás un soneto, Will?
– He perdido mi don.
– ¡Lo has olvidado en mi cama! Ven a buscarlo…
– Los tísicos se confabulan contra mí… «Will Shakespeare es el autor de la obra, ¡vamos ahí a toser!»
– ¿Qué luz es luz, si a Silvia yo no veo? ¿Qué gozo es gozo, si Silvia no está aquí? A menos que yo piense que está aquí y disfrute de esa sombra de perfección, salvo si estoy junto a Silvia por la noche, no hay melodía en el ruiseñor y a menos que de día contemple a Silvia, no hay día que yo pueda contemplar. Ella es mi esencia…
– Y entre Proteo y Valentín, ¿cuál prefieres? Yo a Proteo por sus palabras y a Valentín por su porte.
– Yo al perro porque me hace reír.
– Yo pretendo que haya poesía en mi vida… y aventura… y amor… Amor por encima de todo.
– «La compañía del Almirante» está de gira, ¡necesito actores! Los que seáis desconocidos tendréis la ocasión de dejar de serlo!
– ¿Y qué decís del dinero, señor Hemslowe?
– ¡No te costará ni un penique!
– ¿Cuál es el argumento?
– Verás… es… es un pirata… No he escrito una sola palabra.
– Romeo… Romeo es… italiano…, muy enamoradizo…
– Sí… me gusta, y… conoce…
– … a Ethel.
– ¿Tú crees?
– La hija de su enemigo.
– La hija de su enemigo…
– Su mejor amigo muere en un duelo a manos del hermano de Ethel… o algo así… se llama Mercuccio.
– Mercuccio… me gusta…
– ¿Fue esta la cara que botó mil naves y quemó las altas torres de Illión?
– ¿Vuestro nombre?
– Thomas Kent. Y quiero recitar un parlamento que está en el corazón de todos los actores. «¿ Qué luz es luz, si a Silvia yo no veo? ¿Qué gozo es gozo, si Silvia no está aquí? A menos que yo piense que está aquí y disfrute de esa sombra de perfección. Salvo si estoy junto a Silvia por la noche, no hay melodía en el ruiseñor y a menos que de día contemple a Silvia, no hay día que yo pueda contemplar. Ella es mi esencia. Si dejara de ser, si yo no fuera…»
– Romeo Montesco… un joven caballero de Verona…
– Verona otra vez…
– … una comedia de familias enfrentadas, reconciliadas al descubrir que Romeo resulta ser en verdad el primo Capuleto robado de su cuna y criado hasta ser un hombre por su madre Montesco, cuyo hijo a su vez había sido robado ¡por el rey de los piratas!
– ¿Es fértil?
– Engendrará. Si no es así, me la devolvéis.
– ¿Es obediente?
– Es terca como una mula, sin embargo si vos sois el hombre que ha de montarla, hallaréis rubíes en la silla.
– Me place.
– Por todas las estrellas… ¿quién es?
– Viola de Lesseps… sueña, Will…
– Lady Viola…
– Milord…
– He hablado con vuestro padre.
– ¿Y qué, Milord? Yo hablo con él cada día.
– Señor… dicen que sois poeta… un poeta sin palabras…
– ¿Poeta?
– Era un poeta hasta ahora. He visto la belleza que deja mis poemas a la altura de los cuervos de la torre de Londres… ¿en qué os he ofendido?
– Al codiciar lo que es mío. No puedo derramar sangre en su casa, pero os cortaré el cuello. ¿Tenéis nombre?
– Christopher Marlowe para serviros.
– Romeo… Romeo… caballero de Verona… una comedia de William Shakespeare…
– ¡Milady!
– ¿Quién está ahí?
– Will Shakespeare…
– Señora…
– … ya voy, buen ama , ya voy… Maestro Shakespeare…
– El mismo, ay de mí…
– ¿Por qué «ay de mí»?
– Soy un humilde actor.
– «Ay de mí», decís bien. Yo os tenía por el poeta de mi más alta estima y por autor de obras que han robado mi corazón.
– También soy ese.
– ¿Señora?
– ¡Ya voy! Vuelvo enseguida…
– Soy un juguete del destino… me castigarán por esto… ¡Milady! ¡Mi amor!
– ¡Ah… si os encuentran aquí os darán muerte!
– No tenéis más que llamarlos…
– Yo jamás lo haría…
– ¡Señoooraaa!
– ¿Quién es?
– Nadie, es el autor.
– Escuchadme bien, escoria. Actores hay por docenas y yo, Hugh Fennyman os tengo cogidos por las bolas.
– ¡Aquí estamos! ¡Los hombre de «El Almirante» han vuelto a casa!
– ¿Quién es ese?
– ¡Silencio, deslenguado! Yo soy Jerónimo…, soy Tamburlaine…, soy Fausto… y soy Barrabás…, el judío de Malta. Sí señor, y también soy Enrique VI… ¿¡Qué obra se ensaya y cuál es mi papel!?
– Un momento…
– ¿Quién sois vos?
– Yo soy… el dinero
– Podéis quedaros, si permanecéis callado. ¡Prestad atención! Veréis cómo el genio crea una leyenda.
– Gracias, señor.
– Necesitamos desesperadamente un Mercuccio… un joven noble de Verona…
– Mmm…, ¿y el título de la obra?
– «Mercuccio».
– Haré el papel.
– Suerte la próxima vez…
– Yo actué en una obra. Me cortaban la cabeza en «Tito Andrónico». Cuando yo escriba obras todas serán como «Tito».
– ¿Te gustó, eh?
– Me gusta cuando cortan cabezas y la hija mutilada con cuchillos…
– ¿Cómo te llamas?
– John Webster. ¡Gatito, gatito…! Mucha sangre… todo lo demás sobra…
– Para Lady Viola de Lesseps… entregado por Thomas Kent. «Aunque vos sois más bella y más templada, podría compararos a un día de verano. El viento con violencia agita los capullos de mayo.»
– ¡Dos horas rezando!
– Lady Viola es muy piadosa…
– ¡La piedad es para el domingo! Rezar dos horas no es piedad, es darse importancia.
– «Maestro Will, el poeta más querido de mi corazón, os suplico que me desterréis del vuestro. Voy a casarme con Lord Wessex, por deber de hija y por mandato de la Reina.»
– El hombre al fondo y al pie la dama, ¿acaso sois dama, señor Kent?
– ¿No te gusta tu texto?
– No, el texto es excelente. Veo que la reina Mab te ha hecho una visita. Excelente y muy largo, pero luego desaparece por la longitud de una Biblia.
– Ten. Te bates en duelo… una escaramuza de palabras y de espadas como nadie la había escrito hasta ahora. Mercuccio muere con tanta pasión y poesía como nunca has oído. «¡Caiga la peste sobre vuestras casas!»
– ¿Se muere?
– Decidme, ¿cómo la amáis?
– Ella es al tiempo la enfermedad y su cura…
– … sí, como la lluvia y el sol… como el frío y el calor. Es una dama hermosa. Desde el día en que llegué del campo no he podido verla de cerca… Decidme, ¿es muy hermosa?
– Thomas, si pudiera describir la belleza de sus ojos… nací para mirarlos y conocerme en ellos.
– Y… ¿sus labios?
– Sus labios… la rosa de la mañana se marchitaría si pudiera sentir envidia.
– Y su voz, ¿es como el canto de la alondra?
– Más profunda y suave, sin el gorjeo de la alondra. Yo espantaría a los ruiseñores para que no interrumpieran su canto.
– ¡El amor no sabe nada de riqueza o pobreza! Puede estallar entre una reina y un vagabundo que hace el papel de rey. Y ese amor debe ser atendido por los dos, porque el amor negado destruye el alma que debemos a Dios. ¡Así que dile a mi dama que William Shakespeare la espera en el jardín!
– ¿Y Lord Wessex?
– Por un beso estoy dispuesto a desafiar a mil Wessex.
– ¿Podéis amar a un necio?
– ¿Podéis amar a un actor?
– No sé cómo desnudar a un hombre.
– También es nuevo para mí.
– Nunca lo habría dicho… existe algo mejor que una obra.
– No, no te vayas…
– Debo irme…
– Mirad cuán pálida está la ventana…
– Es la luz de la luna…
– No, me ha despertado el gallo…
– No, ha sido el búho, ven aquí…
– Oh… qué espere Hemslowe…
– ¿El señor Henslowe?
– Al diablo él y sus páginas.
– Ah no, no, no, no, no…
– Hay tiempo… aún está oscuro.
– ¡Ya es de día, el gallo lo pregona!
– Ha sido el búho, créeme, amor, ha sido el búho…
– ¿Y vas a dejarnos sin una escena que ensayar hoy?
– ¡Señora! ¡La casa despierta, es un nuevo día!
– ¡Es un nuevo mundo!
– «¿Qué luz asoma a esa ventana? Es el oriente, el sol de mi Julieta. Amanece pues, sol, y a la envidiosa luna mata, que ahora triste y acongojada palidece, al contemplar que tú, su doncella, la aventajas. Es mi dama, oh, es mi amor, ojalá ella lo supiera. Semblante que a las estrellas eclipsara, cual eclipsa una lámpara a la aurora… Sus ojos desde el cielo brillarían con tanta luz en la región etérea que las aves, negando que era noche, con su cantar el aire alegrarían. Ved, reposa en la mano su mejilla… ¡Oh, si yo el guante fuese de esa mano, si su mejilla así besar pudiera…!»
– «¿Quién eres tú que entre nocturnas sombras sorprendes de este modo mis secretos?
– A decirte quién soy no me aventuro. Mi nombre, santa mía, me es odioso porque es un enemigo de esta casa. ¡Si lo hubiera yo escrito, lo rasgara!»
– ¿Queréis decir que no habrá perro?
– El fraile les casa en secreto y Ned se enzarza en una pelea con uno de los Capuleto. Romeo intenta detenerles y se pone delante de Ned… eh…, mejor dicho, de Mercuccio. Teobaldo mata a Mercuccio y luego Romeo mata a Teobaldo. Después el príncipe le destierra de Verona.
– Y ahí debe de ser cuando emprende viaje y naufraga en la isla del rey de los piratas…
– Todo acabará bien para los amantes…
– En el cielo tal vez, no es una comedia lo que escribo. Un ancho río divide a los amantes: la familia, el deber, el destino… tan inmutable como la naturaleza.
– Majestad…
– ¡Hablad ya! Sé muy bien quién soy. ¿Os gustan las historias de reyes y reinas? ¿De hechos de armas? ¿O es el amor cortés?
– Amo el teatro. Que una compañía de actores represente para mí una historia…
– No actúan para vos, actúan para mí. ¿Y?
– Y amo la poesía por encima de todo.
– ¿Por encima de Lord Wessex? Milord, cuando no encontréis a vuestra esposa, buscadla en un teatro. Pero los autores no nos enseñan nada sobre el amor: lo presentan hermoso o cómico o lo presentan lascivo. No pueden hacerlo verdadero.
– ¡Sí que pueden! Quiero decir… no lo hacen… no lo han hecho… aún, pero creo que hay uno que sí puede hacerlo.
– Cincuenta libras… una estimable suma por una estimable cuestión: ¿puede una obra mostrar la verdadera naturaleza del amor? Soy testigo de esta apuesta y también seré juez cuando la ocasión lo requiera.
– Desposadla, pero sois un gran necio. Desde que la vi la última vez ha sido desflorada y no por vos. Sólo una mujer puede ver eso.
– ¿Dónde está ese traidor que no puede dejar de mojar su pluma en tintero ajeno?
– Antes no hablabas tan bien de él…
– Antes no estaba muerto. Cambiaría todas mis obras venideras por las que él ya no escribirá.
– Por haber matado al pariente de Julieta, Teobaldo, quien a su vez mató a su amigo Mercuccio, Romeo es desterrado, pero el fraile que casó a Romeo y Julieta… el fraile que los casó da a beber una poción a Julieta. Es una poción secreta, que la hace parecer muerta. La dejan en la tumba de los Capuleto, donde despertará a la vida y al amor cuando Romeo llegue a su lado. No he acabado… Quiere el cruel destino que el mensaje con el fraile no llegue a manos de Romeo. Él oye solamente que Julieta está muerta, entonces va a ver al boticario… y le compra un veneno mortal. Va a despedirse de Julieta, que yace en su tumba, fría como la muerte… Bebe el veneno… y muere a su lado. Ella despierta y le ve muerto… entonces coge la daga de Romeo y se da muerte…
– Bueno… eso les hará reventar de risa…
– «Drogas mortales tengo. A muerte condena al vendedor la ley… la ley de Mantua…» Habla él… y sigo yo…
– «La Rosa» acoge al rufián que escupe en mi nombre. ¡Que no quede piedra sobre piedra de este teatro y cubrid los restos con cal viva!
– Así que una mujer en el escenario… ¡una mujer! ¡Este teatro queda cerrado!
– Por qué señor?
– ¡Por lujuria, desvergüenza e indecencia! ¡Y además por mostrar a una mujer en un escenario en público!
Con el permiso del señor Burbage, producción de Hugh Fennyman, presentación del señor Henslowe, interpretación de la compañía de «El almirante», de la excelente y lamentable tragedia de «Romeo y Julieta». Con el señor Fennyman en el papel de boticario. A las tres de la tarde.
– Buenos días, Milord. Ya que estáis entregado a los negocios, podemos ir a la iglesia.
– Será un desastre…
– ¡No! ¡Todo saldrá bien!
– ¿Cómo?
– No lo sé, es un misterio.
– «Dos familias iguales en nobleza.
En Verona, lugar de estos amores,
derraman por recíprocos rencores
sangre inocente con igual fiereza.A sus hijos fatal naturaleza
hizo esclavos de amargos sinsabores,
mas término al odiar de sus mayores
puso su muerte, su amor y su tristeza…»«Oíd con atención la triste trama
y supliremos lo que falte al drama.»
– Otro pequeño… problema…
– ¿Qué hacemos?
– El espectáculo debe… ya sabéis…
– ¡Continuad!
– Julieta no sale hasta dentro de veinte páginas… todo saldrá bien.
– ¿¡Cómo!?
– No lo sé, es un misterio.
– Estoy acabado…
– Valor, amigo, la herida no puede ser grave…
– Pregunta por mí mañana y verás que muerto estoy.
– Soy un juguete del destino… ¿estás casada…? Si estás casada, mi tumba será mi lecho nupcial.
– Ya te has ido… Amor, señor, esposo, amigo… debo saber de ti todas las horas… hay tantos días en cada minuto… oh, habré de envejecer antes que pueda otra vez contemplar a mi Romeo…
– Adios…
– ¿Juzgas posible volver a vernos?
– Ahí abajo parece que te veo cadáver en el fondo de una tumba. ¿Me engaña la vista o pálido estás?
– Pálida, amor, también te ven mis ojos. Dolor sediento nuestra sangre bebe… adiós…, adiós.
– Ahora esta ampolla ten. Ya recostada, bebe el licor y quedarás dormida. Ni aliento, ni calor cundirán por tus venas. En simulada muerte permanecerás cuarenta y dos indispensables horas, mas después, cuando despiertes, despertarás como de un dulce sueño.
– ¡Eh, boticario! Vamos, venid… Ya veo que sois pobre… tomad cuarenta ducados y dadme un frasco de veneno…
– Drogas mortales tengo, pero a muerte condena al vendedor la ley de Mantua…
– ¿Teméis morir?
– Mi voluntad se niega, mi pobreza consiente.
– A tu pobreza pago, no a tu voluntad.
– Mi fiel boticario, son rápidas tus drogas… Así, con un beso… yo, muero…
– ¿Dónde está mi señor? Recuerdo bien donde debiera estar y es ahí donde me hallo. ¿Dónde está mi Romeo?
– ¡Muerto!
– ¿Qué es esto? Una copa en su mano tiene asida… Veneno fue su muerte prematura… ¡Oh, dulce daga, enmohécete aquí! ¡Entra… y dame muerte!
– Oh triste paz, que nace con el día, de la que el sol no quiere ser testigo. Aún más tenemos que hablar todavía… Unos tendrán perdón y otros castigo, mas triste historia no ha existido, creo, que ésta, la de Julieta y su Romeo.
– ¡Esa mujer es una mujer!
– ¡Señor Tilney! Cuidad de mi nombre, vais a desgastarlo. La reina de Inglaterra nunca acude a espectáculos públicos lascivos, de modo que aquí hay algo que no ajusta. Acercaos, maestro Kent, dejad que os mire. Sí…, la ilusión es notable… y vuestro error, señor Tilney, es comprensible, pero algo sé de las mujeres que ejercen una profesión de hombre… Vive el cielo que algo sé sobre eso… Podéis retiraros, maestro Kent.
– Había una apuesta, si mal no recuerdo, sobre si una obra teatral podía representar la verdadera naturaleza del amor. Creo que hoy la habéis perdido…
– Sois un muchacho impaciente, ¿os ha gustado la obra?
– Cuando ella se clava el puñal, Majestad.
– Maestro Shakespeare, cuando vayáis a Greenwich id sin disfraz y hablaremos algo más.
– ¿Cómo acabará esto?
– Como toda historia en la que se niega el amor: con lágrimas y un viaje. A quienes Dios ha unido en matrimonio, ni siquiera yo puedo separar. Maestro Kent, como ya predije, ha perdido a su esposa en el teatro. Id a despediros y enviadla aquí. Llegó el momento de saldar las cuentas. ¿Cuánto apostasteis?
– Cincuenta chelines… libras.
– Cogedlas, maestro Kent, entregadlas a quien corresponde. Decid al maestro Shakespeare que escriba algo más alegre para Epifanía.
– La Reina te pide una comedia, Will, para Epifanía.
– Una comedia… ¿y quién será mi héroe? ¿El mísero más triste del reino, enfermo de amor?
– Es un comienzo… Hagamos que sea un duque… ¿y vuestra heroína?
– Camino de América, vendida en matrimonio.
– En el océano… un viaje hacia el nuevo mundo…
– Naufragan. Todos desaparecen.
– El mar la arrastra a una… vasta y desierta playa. La llevan ante el duque… Orsino…
– Orsino… me gusta…
– Pero temerosa de perder su virtud, llega ante él vestida de hombre.
– Entonces no puede declararle su amor
– Pero todo acaba bien.
– ¿Cómo?
– No lo sé…, es un misterio…
– Nunca envejecerás para mí, ni te marchitarás…, ni morirás.
– Ni tú para mí.
– Adiós, amor mío, adiós, adiós mil veces.
– Descríbeme bien…
– Mi historia comienza en el mar, un viaje peligroso a una tierra desconocida… Un naufragio… Las aguas desatadas rugen embravecidas… La nave se quiebra y se rompe en mil pedazos y todos sus ocupantes, impotentes, mueren ahogados.. Todos menos uno, una dama, cuyo espíritu es más grande que el océano y cuyo valor es más fuerte que el abrazo del mar. No le espera una muerte entre las aguas, sino una nueva vida en una tierra extraña. Será una historia de amor, porque ella será mi heroína para siempre… y su nombre será Viola.
Me encanta la película y el teatro también es una de mis pasiones, muchas gracias para compartir esas frases. Otra detalle de la película que me fascinó era el escenario, las edificios, los costumes y todo que tiene que ver 🙂
Hola,
Me ha encantado la idea del post y desde luego, excelente trabajo 🙂 hay material de sobra para realizar carteles motivacionales.
Saludos!