Grandes frases: «Dentro del Laberinto»

No sé si será porque en 2021 «Dentro del Laberinto» cumplirá 35 años, o porque hace un tiempo se filtró la noticia de un posible remake (tiemblo sólo de pensarlo), pero el caso es que esta entrada del blog (junto con la dedicada a todas las frases de «Shakespeare enamorado» es la más visitada con mucha diferencia de las demás.
Por eso, y a la vista de que es un tema que genera curiosidad y mucho interés aun después de tanto tiempo, lo que he hecho ha sido una recopilación de toooodas las frases memorables de esta joya de 1986, con sus correspondientes imágenes, para que todos los recuerdos de «Dentro del Laberinto» nos lleguen bien frescos…
Ya me imagino que ésta será la entrada más «freak» en el blog, pero es que esta película tenía que aparecer de una u otra manera. Para los de mi generación «Dentro del Laberinto» (o «Laberinto«, como la hemos llamado siempre) fue una película fundamental que vimos una y otra vez.
Imaginaos una película en la que ponemos los siguientes ingredientes: de intérpretes, David Bowie y Jennifer Connelly (ganadora de un Óscar por «Una mente maravillosa«), de director, Jim Henson (creador de los Teleñecos, Barrio Sésamo o Los Fraggel); el argumento, la aventura de una adolescente que debe atravesar un laberinto lleno de trampas y enigmas para rescatar a su hermano pequeño de manos del rey de los Goblins…
Si oís semejante cóctel, probablemente diríais que sería la película más rara de la historia del cine, ¿verdad? Pues a lo mejor tendríais razón, pero a lo anterior le añadimos además el hecho de que es ¡un musical!
Pero no os dejéis engañar, «Dentro del Laberinto» es una maravilla hecha de forma artesanal, llena de imaginación, de personajes inolvidables, de ingenio y de talento, sobre todo mucho talento.
¡Vamos con las frases! Espero no haberme dejado ninguna…
– «Dame el niño… «Por increíbles peligros e innumerables fatigas, me he abierto camino hasta el castillo más allá de la ciudad de los goblins, para recuperar el niño que me has robado. Porque mi voluntad es tan fuerte como la tuya y mi reino igual de grande… Porque mi voluntad es tan fuerte como la tuya… y mi reino… igual de grande…» Vaya, nunca consigo recordar ese párrafo… «No tienes poder sobre mí«.
– ¡Oh no, Merlín, es imposible! ¡Ya son las siete! ¡Vamos, vamos!
– Sarah, llegas con una hora de retraso.
– Ya he dicho que lo siento…
– Por favor, déjame acabar… Tu padre y yo salimos muy pocas veces…
– ¡Salís todos los fines de semana!
– … y te pido que cuides del pequeño sólo cuando no trastorna tus planes…
– ¿Y tú cómo lo sabes? No sabes cuáles son mis planes, ¡ni siquiera me lo preguntas!
– Supuse que si tenías alguna cita me lo hubieras dicho, me gustaría que las tuvieras. A tu edad deberías salir con alguien.
– Ah, Sarah, ya estás en casa. Estábamos preocupados por ti…
– ¡No puedo hacer nada bien hecho, ¿verdad?!
– Diga lo que diga me trata como a una malvada madrastra de cuento de hadas…
– Hablaré con ella…
– ¡Lancelot! ¡Alguien ha entrado otra vez en mi cuarto! ¡¡Lo odio!! ¡¡¡Odio que entren en mi cuarto!!!
– ¡Te odio! ¡¡Te odio!! ¡Que alguien me salve, que alguien se me lleve lejos de este horrible lugar!!
– ¿Qué es lo que quieres? ¿Oír un cuento, eh? Muy bien… Érase una vez… una jovencita cuya madrastra la obligaba siempre en casa cuidando del bebé, y el bebé era un niño mimado, lo quería todo para él y la jovencita era prácticamente una esclava. Pero lo que nadie sabía era que el rey de los goblins se había enamorado de la chica y le había dado ciertos poderes. Así que una noche, cuando el crío había sido especialmente cruel con ella, llamó a los goblins pidiendo ayuda…
– Escuchad…
– «Dí las palabras correctas», dijo el goblin… «Nos llevaremos al bebé a la ciudad de los goblins y tú serás libre».
– ¡Ohhh…!– Pero la chica sabía que el rey de los goblins se quedaría al bebé en su castillo para siempre, para siempre, para siempre y lo convertiría en un goblin… Y por ello la chica sufría en silencio… Hasta que una noche, cuando estaba cansada después de todo un día de trabajo en casa y herida por las duras palabras de su madrastra, no tuvo más fuerzas para aguantar… Oh, bien… de acuerdo… Cállate, vamos… ¡Basta, basta ya, o digo las palabras! No…, no debo hacerlo… no debo decirlas… Ojalá… ojalá… ¡No puedo soportarlo más! ¡Rey de los goblins, rey de los goblins, si estás por aquí, llévate a este niño bien lejos de mí!
– ¡No es así…! ¿Dónde ha aprendido esa idiotez? ¡La frase no empieza por «rey de los goblins»!
– Oh, Toby, basta… Ojalá supiera qué decir para hacer que los goblins se te llevaran…
– Ojalá… ojalá… ojalá vinieran los goblins y se te llevaran… ahora mismo.
– ¿Eres tú, verdad? Eres el rey de los goblins… Devuélveme a mi hermano, por favor, no hablaba en serio…
– Lo dicho, dicho está.
– Pero… si no hablaba en serio…
– No me digas…
– Por favor… ¿dónde está?
– Sabes muy bien dónde está…
– Por favor, devuélvemelo… por favor…
– Sarah… vuelve a tu cuarto. Juega con tus juguetes y con tus disfraces… y olvídate del niño.
– No puedo.– Te he traído un obsequio.
– ¿Qué es?
– Es un cristal, nada más, pero si sabes utilizarlo y miras en su interior, te mostrará tus sueños. Pero este no es un regalo para una chica corriente que se preocupa por un niño llorón. ¿Lo quieres? Pues olvídate del niño.
– No puedo. No es que no aprecie lo que intentas hacer por mí, pero quiero que vuelva mi hermano, debe estar muy asustado…
– Sarah… no me desafíes… No eres rival para mí, Sarah.– Pero tengo que hacer que vuelva mi hermano.
– Está allí… en mi castillo, ¿aún quieres ir a buscarle?
– ¿Ese es el castillo más allá de la ciudad de los goblins?
– Regresa, Sarah, regresa antes de que sea demasiado tarde…
– No puedo, ¿no comprendes que no puedo?
– Qué lástima…
– No parece estar tan lejos…
– Está más lejos de lo que crees… el tiempo es breve. Tienes trece horas para cruzar el laberinto antes de que tu hermanito se convierta en uno de nosotros… para siempre. Una auténtica pena…
– Perdona, pero tengo que atravesar este laberinto, ¿puedes ayudarme?
– ¡Ay! ¡Me ha mordido!
– ¿Qué esperabas que hiciera un hada?
– Pensaba que hacían cosas bellas… como conceder deseos.
– Eso demuestra lo poco que sabes, ¿no?
– ¡Eres horrible!
– No, no lo soy. Soy Hoggle. ¿Quién eres tú?
– Ah… lo que pensaba.
– ¿Sabes dónde está la puerta del laberinto?
– Puede ser…
– Bien, ¿dónde está? He dicho que dónde está.
– ¿Dónde está qué?
– ¡La puerta!
– ¿Qué puerta?
– Ah… es inútil preguntarte nada…
– No, si haces las preguntas justas…
– ¿Cómo puedo entrar en el laberinto?
– Ahora… eso está mejor… puedes entrar… por ahí.
– ¿Y ahora? ¿Irías a la izquierda… o a la derecha?
– Ambos lados parecen iguales…
– Bien… así no vas a llegar muy lejos…
– ¿Hacia dónde irías tú?
– ¿Yo? No iría hacia ningún lado…
– Si esa es toda la ayuda que vas a darme, te puedes marchar.
– ¿Sabes lo que te pasa? ¡Das demasiadas cosas por sentado! Este laberinto, por ejemplo, incluso llegases al centro, ¡nunca volverías a salir!
– Eso es lo que tú crees…
– ¡Bueno, es mucho mejor que lo que crees tú!
– Gracias por nada, «Cáguel»…
– Grrrr… ¡es Hoggle! ¡Y no me digas que no te lo advertí!
– ¿Por qué lo llaman laberinto? No hay giros, ni esquinas, ni nada, sólo sigue y sigue… O quizás no… quizá estoy dando por sentado que es así…
– Hola.
– ¿Has dicho «hola»?
– No, he dicho «hola», pero es casi lo mismo.
– Eres un gusano, ¿verdad?
– Sí… eso es, sí…
– No sabrás por casualidad cómo atravesar este laberinto, ¿verdad?
– ¿Yo? No, sólo soy un gusano. Entra a conocer a mi señora.
– Las cosas no son siempre lo que parecen en este lugar. Por tanto no puedes darlo todo por sentado.
– No vayas por ese lado.
– ¿Qué has dicho?
– He dicho «no vayas por ese lado», ¡nunca vayas por ese lado!
– Oh… ¡gracias!
– ¡Menos mal! Si llega a ir por aquel lado, ¡habría ido directa al castillo!
– ¡Dentro de nueve horas y veintitrés minutos, serás mío!
– Alguien ha ido cambiando mis marcas, ¡qué lugar tan horrible es éste, no es justo!
– Exacto, no es justo… pero eso es sólo a medias…
– Hace un momento esto era un callejón sin salida.
– ¡No, donde no hay salida es detrás de ti!
– Sigue cambiando… ¿qué se supone que debo hacer?
– El único modo de salir de aquí es probando una de las puertas.
– Una de ellas lleva al castillo en el centro del laberinto… y la otra lleva… a una muerte segura…
– ¿Cuál es cada una?– Mmm… no podemos decírtelo.
– ¿Por qué no?
– Eh… ¡no lo sabemos! Pero ellos sí.
– Oh… pues se lo preguntaré a ellos.
– No…, no nos lo puedes preguntar a nosotros, sólo a uno.
– Es una de las reglas… Y debo advertirte que uno de los dos siempre dice la verdad, pero el otro siempre miente… es otra de las reglas… ¡él siempre miente!
– ¡No es cierto, yo digo la verdad!
– ¡Oh, qué mentira!
– ¡Él es el mentiroso!– Muy bien, responde sí o no. ¿Me diría él que esta puerta es la que lleva al castillo?
– Sí.
– Entonces… la otra puerta es la que lleva al castillo y ésta lleva a una muerte segura.
– ¡Ohh! ¿Cómo lo sabes? ¡Él podría haber dicho la verdad!
– Pero entonces tú no la dirías. Si me has dicho que él diría «sí», sé que la respuesta es «no».
– ¡Pero yo podría haber dicho la verdad!
– Y él habría mentido. Así que si me dices que él dice «sí», la respuesta sigue siendo «no».
– Mmm… un momento… ¿es cierto eso?
– No lo sé, nunca lo he comprendido.
– No… es verdad, lo he descubierto. Antes no lo habría logrado, ¡creo que me estoy volviendo más lista! ¡Esto es pan comido!
– ¡Socorro! ¡Basta! ¡Ayuda!
– ¿Por qué pides ayuda?
– Te estamos ayudando…
– Te estamos echando una mano…
– ¡Me hacéis daño!
– ¿O preferirías que te soltáramos?
– Bien… pues venga, ¿hacia dónde?
– ¿Hacia dónde?
– ¿Arriba o abajo?
– Vamos, vamos…
– No tenemos todo el día…
– Para ella es una decisión importante…
– ¿Hacia dónde quieres ir, mmm?
– Sí, ¿hacia dónde?
– Pues… como vengo de arriba, supongo que hacia abajo…
– ¡Ha elegido abajo!
– ¿Ha elegido abajo?
– ¿He hecho mal?
– ¡Ya es demasiado tarde!
– Oh, estás mirando a tu alrededor, ¿verdad? Supongo que te habrás dado cuenta de que no hay puerta, sólo el agujero. Esto es un olvidadero, el laberinto está lleno de ellos.
– ¿En serio? No me digas…
– No te hagas la lista, ni siquiera sabes lo qué es un olvidadero.
– ¿Y tú?
– Sí, es una mazmorra donde se mete a la gente para olvidarse de ella.
– Una preciosa jovencita, en un horrible olvidadero negro.
– No sigáis…
– Volved atrás ahora que aún podéis…
– Este no es el camino…
– Haced caso y no sigáis adelante…
– Cuidado… cuidado…
– Pronto será demasiado tarde…
– Bah, no les hagas ningún caso, sólo son falsas alarmas. Encontrarás muchas en el laberinto, sobre todo cuando vas por buen camino.
– No vais por buen camino.
– Oh, cállate.
– Lo siento, sólo hago mi trabajo.
– A nosotros no hace falta que nos lo hagas.
– Cuidaos de..
– ¡Basta ya, pelmazo!
– … o, por favor, hace tanto tiempo que no lo digo…
– Oh, está bien, pero no esperes que te hagamos caso.
– No, no, claro que no. Ejem… el camino que tomaréis os llevará a una destrucción segura. Muchas gracias.
– ¿Qué anda por ahí?
– Eh… nada…
– ¿Nada? ¿Nada? ¿Nada? ¿Na-da-da-da-dá?
– Hoggle… si por un segundo pensara que me estás traicionando, me vería obligado a colgarte cabeza abajo en el Pantano del Hedor Eterno.
– Y a ti, Sarah, ¿te está gustando mi laberinto?
– Es pan comido.
– Así que el laberinto es pan comido, ¿eh? Bueno, veamos cómo te las arreglas con esta… rebanada…
– Verás, has de entender mi postura: yo soy un cobarde y Jareth me asusta.
– ¿Qué clase de postura es esa?
– No es ninguna, a eso me refiero. Y tú no serías tan valiente si hubieras olido el Pantano del Hedor Eterno.
– ¿Es eso todo lo malo? ¿Que huele?
– Créeme, es más que suficiente, pero lo peor es que si pones aunque sólo sea un pie en el Pantano del Hedor, apestarás durante el resto de tu vida. ¡Nunca se te irá el olor!
– Jovencita, para avanzar a veces hay que retroceder. Muchas veces, jovencita, parece que no estemos llegando a ningún sitio, cuando en realidad… estamos llegando.
– ¡Hoggle no es amigo de nadie, sólo cuida de sí mismo, como todo el mundo! ¡Hoggle es el amigo de Hoggle!
– ¿Qué opinas, Ludo? ¿Cuál debemos escoger de entre estos dos horribles aldabones?
– Y… Hoggle…, si ella te besara alguna vez, te convertiré en un príncipe: ¡el príncipe de la Tierra del Hedor!
– ¡Eh, señorita! ¿A dónde vas con una cabeza como esa?
– Eh, tío, ya sé lo que podemos hacer: ¡arrancarle la cabeza!
– ¡Eh, jovencita, esa es mi cabeza!
– ¡Esa es mi cabeza!
– ¡Esa es amiga mía!
– ¡Eh señorita! ¡Tirar las cabezas de los demás va contra las reglas!
– ¡Sí! ¡Sólo se te permite tirar tu propia cabeza!
– No intentes hacerte el duro, sé que volviste para ayudarme y sé que eres mi amigo.
– Oh… el aire es dulce y fragante… ¡y nadie puede pasar sin mi permiso!
– ¡Vos lo habéis querido! ¡Conquistaré esta montaña!
– ¡Ya basta! Hasta el día de hoy jamás había encontrado un rival de mis condiciones, pero este noble caballero me ha combatido hasta detenerme. Sir Ludo, si así os llamáis, yo, Sir Didymus, me rindo ante vos. Seamos hermanos de ahora en adelante y luchemos unidos por la justicia.
– ¿Ha sido mi estómago o el tuyo, Ambrosius?
– ¡Sooo, Ambrosius! El castillo se alza ya en lontananza, milady.
– ¡Oye! ¡Quítate de mi espalda! ¿Por qué no miras por dónde andas, jovencita, eh? No puedes mirar por dónde vas si no sabes a dónde vas.
– Todo ha sido un sueño… lo he soñado todo, Lancelot, pero era tan real…
– ¡Ambrosius, vas en dirección contraria! ¡La batalla está detrás de nosotros! Ambrosius, podríamos hablar de esto, ¿por favor? ¡Para! ¡Ambrosius! ¡Para! ¡Quieto! Ambrosius, si no das la vuelta inmediatamente, ¡nunca más te daré de comer! Así está mejor… No te preocupes, Ambrosius, creo que los tenemos rodeados.
– Así que… ya habéis tenido suficiente, ¿eh? Pues bien, entregad vuestras armas y me encargaré de que seais bien tratados.
– Si nos necesitaras…
– Sí, si nos necesitaras…
– Os llamaré. Gracias a todos.
– Dame el niño.
– Sarah, cuidado. He sido generoso, hasta ahora, pero puedo ser cruel.
– ¿Generoso? ¿Qué has hecho que sea generoso?
– ¡Todo! Todo lo que tú quisiste que hiciera: pediste que me llevara al niño y me lo llevé; tú te agachaste ante mí y yo estuve aterrador; he cambiado el orden del tiempo; he vuelto el mundo del revés y todo lo he hecho por ti. Estoy agotado de vivir según lo que tú esperabas de mí. ¿No es eso generosidad?– Por increíbles peligros e innumerables fatigas me he abierto camino hasta el castillo más allá de la ciudad de los goblins, para recuperar el niño que me has robado. Porque mi voluntad es tan fuerte como la tuya y mi reino…
– ¡Basta! Mira Sarah, mira lo que te estoy ofreciendo: tus sueños…
– … y mi reino igual de grande…
– … te pido tan poco… Deja sólo que te gobierne y podrás tener todo lo que tú quieras…
– … mi reino igual de grande… ¡Demonios, nunca consigo recordar ese párrafo!
– … sólo témeme, ámame, haz lo que te digo y yo seré tu esclavo…
– … mi reino igual de grande… mi reino igual de grande… No tienes poder sobre mí… ¡No tienes poder sobre mí!
– Toma, me gustaría que ahora Lancelot sea para ti.
– Y recuerda, bella doncella, si nos necesitaras…
– Sí, si nos necesitaras, por el motivo que fuese…
– Sí, te necesito, Hoggle.
– ¿Me necesitas?
– No sé por qué, pero en algunos momentos de mi vida y sin ninguna razón especial, te necesitaré, os necesito a todos.
– Oh, ¿en serio? ¡Vaya! ¡Por qué no lo habías dicho antes!
– Y digo yo, ¿es que nadie quiere jugar al parchís?
¿Soy el único al que le encanta «Dentro del Laberinto«? ¿Alguno comparte esa pasión?
Entrada actualizada el 20 de abril de 2020.
Hay peliculas de esa epoca, que tienen esta ambientación entre lo inocente y las aventuras peligrosas… donde parece que puede pasar lo peor (alguien piensa que le podría pasar algo a un bebe en esta peli?) aunque todo se desarrolla de una forma muy NAIF y visto sin sumergirte incondicionalmente en la historia, es imposible ver una gota de sangre. Gremlins, Indiaja jones, Karate Kit, la princesa prometida… infinidad de títulos llenos de inocencia pero que te sumergian en una aventura trepidante. Es verdad que pueden envejecer mal algunos de ellos, pero marcaron sin lugar a dudas la infancia de una generación.
Yo nunca la vi, es la primera vez que me entero de la película, pero tu descripción suena tan apasionada que me gustaría muchísimo verla contigo 🙂 algún día ojalá!
Muy bien dicho, Joste. En la televisión pasaba algo parecido, con un poco más de violencia quizás, pero también inocentes, como en «El coche fantástico», «El halcón callejero» o «El equipo A». Y sobre lo del mal envejecer en algunos títulos tienes razón, aunque «Dentro del laberinto», por su trama, creo que lo lleva bastante bien en el tema de la edad (salvo quizás las escenas en las que está con su padre y su madrastra, que lleva unas hombreras muy de la época) 🙂
Era una de mis películas favoritas cuando era pequeña…y todavía lo sigue siendo! A mi me gusta todo, la historia, Bowie con el look ochentero, los muñecos de Jim Henson…Siempre que la ponen en la tele me engancho y me encanta, no sé cuantas veces la he visto ya. Muy recomendable para los que no la hayáis visto. Descartes, no me parece un enlace freak para nada!!
Me encanta David Bowie en esta peli
Desde luego, no se me ocurre que nadie más lo pudiera hacer mejor. Esa mezcla entre malo de la película, con toques románticos y encima cantando, convertían el papel de Jareth en un regalo para Bowie. Gracias por pasarte, María 🙂
Es la película de mi adolescencia. Recuerdo perfectamente el cine en el que la vi, que me
Llevo mi madre y como impacto en mi vida, volviéndome fan de David Bowie. Me costó muchísimo localizarla en DVD pero al fin lo
logre y la he visto con mis hijas, y a una de ellas le encanto.
¡Hola Ainhoa! Fíjate que eso que cuentas es algo que sentimos muchos. No sé ni la de veces que vi la película cuando era pequeño. Tengo que reconocer que al principio me daba un poco de miedo, pero al final esos personajes se convirtieron en algo entrañable. Hasta las canciones, que no entendía nada de nada de lo que decían, me las terminé por aprender de memoria 🙂 Me alegro que mantengas «la tradición» y hayas visto la peli con la siguiente generación. ¡Muchas gracias por pasarte por el blog y compartir tus recuerdos!